Para mis flores de loto
Llegué al jardín botánico, mi ruta habitual por la que divaga mi cuerpo y mi mente a la vez casi a diario estaba cerrada y la delimitaban con cintas amarillas . Yo, cómo el principal personaje de Antoine de Saint-Exupery jamás me quedo con una pregunta sin contestar así que acudí con el guardia de la entrada a cuestionarlo: “Están pasando unas maquinas por los árboles que abarcan mucho espacio” -me dijo y yo ni le entendí pero el caso es que no se permitía acceder a la zona, así que reconfiguré mi ruta, por el centro, por lo despejado, desértico, bien soleado, por donde no hay copas de árboles, ni tesoros que encontrar tirados, ni criaturas fabulosas, ni panoramas tan lindos cruzándote a cada rato, solo un puño de tucuruguay en explanada. Para mi sorpresa -como cada cambio de ruta que se me ha presentado en la vida- me encuentro con una cara familiar de lejos que me saluda y me exclama en forma de interrogación que si he venido a ver la flor. “!LA FLOR DE LOTO, claro!” -le contest...