Metiendo a la pata
“Metiendo la pata”
El último domingo antes de regresar a clases fui con mi familia al parque -después de mi mar, el jardín botánico es sin duda alguno mi lugar favorito-. De regreso notamos que había un pato blanco un poco desubicado, lejos de su laguna, entre los árboles, nos pareció curioso mas lo dejamos pasar, teníamos calor, hambre y cansancio.
Hoy volví a caminar y aunque el lugar está mas seco que nunca por la sequía, el crujir de sus hojas, el transitar de la gente extraña, el cantar y aparecer de todas sus especies me regresa a mi, me llena el alma, los pulmones, me re-energetiza y me ayuda a poder con mi día a día.
Curiosamente casi al terminar mi recorrido nuevamente volví a ver al pato perdido, desorientado, blanco pero sucio, entre la nada, lejos del agua, retirado entre las sombras de los árboles y andando a mi lado en una de las brechas donde me siento a meditar.
Me detuve a agarrarlo con calma y ni se inmutó, se dejó, manso o indefenso pero me conmovió.
Me dispuse a caminar de regreso a la presa, donde se encuentran las demás aves que habitan el lugar junto con un centenar de tortugas aunque este año hay menos que nunca.
Lo solté entre sus iguales y huyó, no entendí, lo volví a agarrar y lo metí al agua, se salió chispado aleteando. Lo siguieron tres patos blancos y solo uno lo alcanzó para montarse encima mientras le picoteaba la cabeza. Supuse que era un ritual de apareamiento porqué se quedaron en calma pero tan pronto pudo la pata salió corriendo y yo también al lado de ella.
Parece increíble pero caminamos lento y lado al laso hasta donde la recogí y ahi se quedó y ahi me quedé unos minutos también sentada pensando en lo tonta que fui.
Los patos son criaturas que migran, lo he sabido siempre, que atraviesan volando océanos, montañas, países y recorren kilómetros sin mapa alguno para llegar a donde deben aun sin instrumentos, por esa magia que llevan dentro, el instinto, la intuición.
Y yo creyendo que cabía la posibilidad que una pata estuviera perdida en un parque con un area de 16 hectáreas y necesitaba mi rescate.
Cuán inocente puede ser una al creer que algunas especies incluso los humanos necesitan de nuestra ayuda cuando ni siquiera la piden, cuán delicado y peligroso puede ser intervenir en momentos en los que no nos lo han sugerido tan solo por notar que algo “va mal” o diferente a como lo concebimos en nuestra cabeza.
Qué difícil es confiar en la naturaleza, en la humanidad, en la vida misma, en el flujo del planeta, en que todo se resuelve con procesos ineludibles, inevitables, a veces dolorosos, a veces sumamente terribles pero necesarios para LLEGAR a ese lugar que tenemos que llegar aún sin saberlo.
Qué lección que no termino de aprender.
La foto y el escrito es para mi Salo, que ama los patos tanto como lo amo yo a el:
💗
ResponderEliminarLove it!!!!! ⭐️
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