Se me cayó mi jacaranda

 Creí que estar presente siempre, disfrutarla, llenarme de ella y hacer todo lo que estuviera en mis manos para compartir ratos agradables me daría fuerzas algún día para verla partir. Pero aquí estoy, adulta, cansada, con el corazón ponchado, sintiendo vacío, con un nudo en el alma, otro en la garganta y mi niña interior hecha trizas llorando desconsolada por su abuelita que se fue.

La que me compuso la melena a base de huevo, mayonesa y aceite de oliva, la que me compró todo lo que quise siempre, la que me prestó sus turquesas para cada baile, la que me regaló a sus amigas de la jugada y también sus arras soltera para que nunca me hiciera falta nada, con su mente abierta me enseñó que rezar es un mantra, que mediar es un arte, que conciliar una ciencia, que hay que comer un poco de todo, que la servilleta va en las piernas, que el amor va en los actos y que jamás se hace leña del árbol caído.

Se me llena de dolor la vida pensando que ya no nos vamos a jurar “te quieros” cantando todas las tardes, que no bailaremos como locas de atar, que no voy a oír “Farolito” en el piano nunca mas, me duele el sillón, la silla, la cama vacía, las barajas sin barajear, los dedos sin tamborilear, los besos que no me va a pintar, los crucigramas sin terminar, su nieve sin comer, su cara en los eventos importantes que ya no podré maquillar, los juguetes que ya no tendré que levantar, su cena junto a los cuates y el Salo que no tendré que preparar, me duele no tenerla que cuidar más. 

Me duelen las gracias de mis hijos que no atestiguará, el gusto de verlos que ya no expresará, sus sonrisas, su jugo de piña, los abrazos, el cariño, la palmadita constante que no les dará, el privilegio de una vida de reina que ellos ya no conocerán. Me hace pedazos pensar que del brazo ya nunca la

voy a acompañar. Me duelen mis niños, me duele mi esposo, me duele mi mamá, mis tíos, mis hermanos, mis primos y sobrinos, sus amigas, la Myrna, me duele amar de manera incondicional, me duele que la vida tenga que cambiar, me duele la vulnerabilidad y me duele taaanto otra vez la orfandad.