Cada chango su banana
No se porqué pienso hoy en mi papá, será por que me siento feliz.
Recuerdo que las últimas palabras que me dijo antes de decidir morirse fueron referente a un escrito que hice sobre la felicidad en el que hablaba sobre lo privilegiada que soy, lo bien que me sentía, la belleza de ciudad en la que vivimos donde una mañana puedes estar lavando trastes y a la media hora en alta mar viendo a los delfines perseguir la embarcación o en una huerta oyendo el mariachi y brindando con el mejor de los tequilas. Aquí te invitan a todos lados, o invita uno, pero siempre hay chorcha sorpresa.
Hablaba de que en sitios como este, la felicidad a mi no se me escondía, lo tenía todo (y lo que me faltaba) y aderezando a este pensar me regocijaba en esos momentos sabiendo y sintiendo que él estaba verdaderamente orgulloso de mi, su “Piki”.
“Esta columna es lo más bonito que has escrito Piki” -me gritó a lo lejos mientras hojeaba la revista sentado de pierna cruzada en el sillón de la sala con los lentes a media nariz aguileña.
Yo iba apurada de salida a ningún lugar importante y a no volver a verlo físicamente jamás.
Pero fue suficiente para mi, estas últimas palabras que atinadamente expresó y su imagen me acompañan siempre y me recuerdan todo aquello que me daba su presencia: una capa protectora, su elocuencia arrolladora, una lluvia de cultura y los cariños mañaneros de papá.
Lo extraño, si, muchas veces, sobre todo cuando están sucediendo cosas sumamente divertidas, sucesos simpáticos o chascarrillos familiares. Lo extraño cuando hay cosas hombrunas y valientes por hacer pero viene a mi en forma de su multiherramienta de acero inóxidable con cuchillos, navajas, pinzas y todo lo necesario para la supervivencia, o en algún gesto matón de mis hijos varones, la mejor de las herencias.
Su recuerdo agradezco que está lejos de la tristeza o de la nostalgia y casi siempre va agarrado de la mano de carcajadas y sus ocurrencias en vida.
Papá me sigue haciendo sonreír, me sigue haciendo comprenderlo, admirarlo.
Quisiera dejarle a mis hijos lo mismo, puras risas en el corazón, en la mente, respeto a mis desiciones e irme cuando Dios decida, sabiendo que aprendieron como yo a ser felices.
Y que cuando lo estén siendo se acuerden de mi, como yo este día me acuerdo de mi papá, el changuito.
wow,,,, que bonito es lo bonito como adrmiro la fam
ResponderEliminarLo leí, me gustó, muchas gracias
ResponderEliminarQue lindo escrito, Bea
ResponderEliminarGracias, me hizo mucho bien leer algo tan digno como la primera frase de tu segundo párrafo.
ResponderEliminarGracias, me hizo mucho bien leer algo tan digno como la primera frase del segundo párrafo.
ResponderEliminarHermoso ❤️
ResponderEliminarHermoso escrito Beatriz!😘
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