La maleta de las cosas importantes


-“Al cambio no hay que resistirse…” lo he aprendido en este año y lo reflexiono sonriendo mientras empaco por cuarta vez en cuatro años mis pertenencias para mudarme a mi nuevo hogar.


Me doy cuenta que soy más practica, más desapegada, no protejo la poca cristalería que tengo y meto la mayoría de cosas en bolsas negras. “No es descuido” -me repito- es que lo que tenga que llegar llegará, y lo que no, no. 


Soy mas despreocupada, mas libre, qué gusto. 


Veo cansado al señor de la mudanza, lo acompañan tres jóvenes, entre todos emplayan el comedor con muchísimo cuidado, son profesionales, se tardan, no quieren dañar ningún mueble. Los volteo a ver y contenta les digo que realmente NADA es de valor, que no se estresen y que no pasa nada si las cosas se rayan o se rompen puesto que mis hijos bailan el zapateado arriba de todo -hasta de mi- de todas maneras. Con el comentario le saco una carcajada al mayor, tengo ganas de platicar así que le sigo explicando que las cosas importantes y personales las he aprendido a guardar todas en una maleta roja pequeña que llevo conmigo en el carro y que no sale de mi vista durante toda la mudanza y que la he reducido a una caja mas chica con el tiempo pero que lo que realmente vale para mi está ahorita en casa de mi mamá: mis tres niños. El señor me voltea a ver como si me entendiera, seguro tiene hijos también.



Me nace agregarle a la platica: “En caso de emergencia señor, de fuego, inundación o ataque solo tengo dos brazos y yo no puedo con todo, ahorita no esta mi marido para ayudarme, así que agarro a mis hijos y lo dejo todo.. realmente ni la maleta que ahora es caja es tan importante”.


Me desean todos que sea mi última mudanza, les digo que espero lo mismo pero no estoy cerrada a lo que me ofrezca la vida.




Desempacan y no llega nada roto a mi nueva casa, tan solo mi resistencia al cambio.




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